Ángel y frutas (mediado de mayo de 1980)
Después de ser acusado falsamente, fui encarcelado.
Cuando la primavera se acercaba y el mundo
exterior convertiéndose soleado y cálido, comencé
a sentirme sofocado por mi celda. Un día, en una
visión, un ángel vino a visitarme y me dijo: “Por favor,
sígueme”. Le pregunté: “¿A dónde me lleva?”,
El ángel dijo: “Ya lo verá”. Así que lo seguí.
Aparencia del ángel era unos 7-8 cm más alto que
yo con su rostro occidental, pero no parecía hombre
ni mujer. Igualmente, su voz se oía sin género.
Era un día cálido, con la temperatura alrededor de
22 grados centígrados. Seguí al ángel sin ningún
descanso y mis piernas empezaron a doler. Así que le dije al ángel: “Mira, ya me
duelen mucho las piernas. ¿A dónde vamos?” Él respondió: “Ya casi llegamos”.
Después de caminar un poco más, llegamos a un lugar que parecía a un parque
lleno de árboles.
Tenía mucho calor y estaba cansado de caminar, le dije al ángel que quería sentarme
y tomar un descanso. El ángel me dijo que me quedara sentado y se fue. Poco
después, el ángel regresó con una cesta grande. En la cesta había frutas, y unas
parecían como melones orientales o membrillas y otras manzanas. El ángel me
dijo: “Por favor, pruébalas”. Desde que tenía mucha sed, me las comí. Eran frutas
recién cortadas pero curiosamente estaban muy frescas como si hubieran estado
en un refrigerador. Mientras comía, miraba el ángel, pero el ángel había ido.
Después de comer hasta sentirme lleno, abrí los ojos. Poco a poco iba adquiriendo
la conciencia y me encontré de vuelta en mi celda de la prisión. Curiosamente,
a pesar de que sólo había caminado en mi visión, me dolían mucho las piernas
como si todo hubiera sido real. Me di cuenta de que como yo me sofocaba por
estar mucho tiempo encerrado en la celda de la prisión, Dios me había consolado
dejándome caminar en una visión. Sentí que el Espíritu Santo llegaba sobre mi
cabeza como la llovizna de primavera.