Jesús en agonía (junio de 1970)
En mi visión, vi a Jesús que sufría en el patio de Poncio Pilatos. Jesús llevaba una corona de espinas, que se parecía como si estuviera hecha de un árbol de mandarino silvestre. Su forma era ondulada y cuando Jesús movía su cabeza la corona se caía por su peso. Pero después de un cierto punto, las espinas penetraron tan profundamente en la frente que ya no se caía más. Él estaba visto de un manto de escarlata y sus manos estaban atadas hacia adelante con una cuerda, la cual jalaban por detrás. Jesús estaba parado en una multitud que se burlaba de él por todos lados e incluso le lanzaban piedras. Cuando Jesús salió del patio de Poncio Pilatos, su camino a la cruz, muchos apuntaron dedos y se rieron de él. En mi visión, lo vi sufrir. Abrumado por el dolor y la devastación, corrí hacia Jesús y lloraba agarrando su ropa. Me arrodillé delante de él y le pregunté: “¿Por qué no hace nada, aún sufriendo de esta manera?” Entonces, Jesús puso sus manos atadas en mi cabeza y dijo: “Observa bien y recuerda que estoy castigado por los pecadores como esta gente. Debes dar testimonio y decir a los demás exactamente lo que ves”. Me desperté de la visión después de experimentar esta escena, me partió el corazón y lloré por mucho tiempo.